Comentario
La Media histórica parece estar habitada por sus definitivos pobladores ya a finales del II Milenio. Y es probable que, al igual que las otras comunidades con las que comparte el espacio comprendido entre el lago Urmia y la Gran Ruta de Khorasán, poco a poco fuera adquiriendo formas complejas de organización social que desembocarán en un estado ya a finales del siglo IX, aunque las fuentes literarias sitúen su aparición en un momento mas reciente. La disolución del régimen igualitario se aprecia en el momento en el que surgen las aldeas fortificadas, cuyos más claros exponentes se encuentran en Gilán, aunque el más espectacular corresponda a Ziwiye, de donde procede un extraordinario tesoro, síntoma de la existencia de un príncipe que acumula los beneficios del excedente productivo. Desde el punto de vista del ordenamiento político, da la impresión de que las aldeas son independientes, lo que dificulta la concurrencia militar contra las tropas asirias que pretenden obtener mediante botín parte del excedente generado o bienes básicos ausentes en Mesopotamia. Precisamente, la unificación bajo un caudillo sería consecuencia de la presión militar de los grandes Estados vecinos, no sólo de Asiria, sino también de Urartu y de otros más pequeños, como Man, que en busca de recursos no hacían sino reanudar la antiquísima red de intercambios entre el altiplano y Mesopotamia a través del Zagros.
En cualquier caso, el proceso de concentración del poder fue lento y tuvo como centro un lugar llamado Zakruti en torno al cual giraba la confederación que se estaba fraguando. No sabemos cuántos núcleos participaron en el proceso, pero en el siglo VIII las fuentes asirias mencionan más de cuarenta unidades independientes. Seguramente durante el reinado de Sargón II, esos pequeños principados quedarían integrados en una estructura estatal, con capital en Ecbatana. Allí residirían los antiguos jefes locales que constituyen desde entonces la aristocracia cortesana meda, en cuya composición afloran conflictos que se traducen en antagonismos políticos a lo largo de su historia.
El liderazgo de la unificación lo habría desempeñado Deioces, según la información del historiador griego del siglo V, Heródoto, quien, al interesarse por el enfrentamiento entre griegos y persas en las llamadas Guerras Médicas, transmite una de las secuencias más completas sobre el desarrollo político de Media. Su fuente de información habría sido un medo que le relataría los recuerdos colectivos sobre la propia historia, dando así lugar al contenido del libro primero de las Historias (I, 96-100). Según este relato, Deioces, hijo de Fraortes, fue elegido rey por los habitantes de las aldeas que componían Media. Hizo de Ecbatana (actual Hamadán) su capital y organizó la corte bajo su poder absoluto, según los cánones de las monarquías orientales. Tras un reinado de cincuenta y tres anos, le sucedió su hijo Fraortes, que pereció combatiendo contra los asirios en el vigésimo segundo año de reinado, tras haber logrado la sumisión de los persas. Su hijo y sucesor Ciaxares decidió reorganizar el ejército con arreglo al armamento, lo que quiere decir que rompería con las formas de milicia tribal propias del periodo anterior, separando de ese modo arqueros, lanceros y jinetes, que antes no formaban más que una masa desorganizada.
Con su flamante ejército atacó al lejano reino de Lidia, en Anatolia occidental, con el que mantuvo un conflicto de cinco años. Las hostilidades concluyeron tras la batalla del eclipse de sol (28 de mayo de 585). Un tratado de paz auspiciado por el rey Nabónido de Babilonia dio fin formalmente a la guerra, cuyos orígenes reales no podemos concretar. También durante su reinado sitúa Heródoto la invasión de los escitas, que produjo honda conmoción en el espacio próximo-oriental. Ciaxares perdió la hegemonía lograda en la región durante un período de veintiocho años en el que los escitas impusieron su poder. Pero finalmente, Ciaxares logró restablecer la independencia nacional y poco después murió, tras un reinado de cuatro décadas.
Le sucedió en el trono su hijo Astiages, que decidió casar a su hija con un noble persa llamado Cambises; de ese matrimonio habría de nacer Ciro, el heredero persa que, tras deponer a su abuelo, unificaría los dos reinos. De ese modo se ponía fin a la dinastía de Deioces, sucintamente expuesta según la versión herodotea, que incurre en salvables contradicciones en el cómputo de los reinados. No obstante, si contrastamos esta información con la de los textos cuneiformes, la situación se complica. Por los anales asirios sabemos que Sargón II deportó a Hamath, actual Hama en Siria, a un tal Daiaukku que había entregado el territorio de los maneos a Rusa de Urartu, en el año 715. Este personaje parece más un maneo que un medo y Sargón, desde luego, no le confiere una categoría demasiado grande. Sin embargo, se asume en general que este Daiaukku es el Deioces de Heródoto. Por los datos que tenemos, no parece que Deioces-Daiaukku llegase a unificar a los medos bajo una autoridad monárquica; quizá Heródoto acumula en él parte de la obra realizada por sus sucesores. Por otra parte, según los testimonios asirios, el primer medo aparentemente capaz de aglutinar una coalición entre su pueblo, los maneos y grupos de escitas fue Kashtariti. No podemos afirmar quién es este personaje, pero parece coincidir con el que bajo el nombre de Khshathrita se menciona en la inscripción del relieve de Behistún, en la que se relata la versión canónica del advenimiento de Darío I al trono aqueménida. Sin embargo, tampoco por esta vía logramos identificar a este personaje con ninguno de los monarcas medos conocidos por las fuentes griegas. Otros documentos complican aún más la situación; sin embargo, la información de los textos cuneiformes, en concreto la Crónica Babilonia, y de Heródoto resulta más coincidente a partir del reinado de Ciaxares. Seguramente no se trata de una casualidad, sino que la información en ambas series comienza a ser más firme porque se hace más voluminosa conforme avanza el proceso de estatalización.
Así pues, las pequeñas unidades autónomas, tribales o principescas, detectadas desde el siglo IX van transformándose en agrupaciones más complejas por necesidades productivas y de eficacia defensiva en un proceso arrítmico, en virtud de las coyunturas internas de Asiria y su relación con el mundo exterior. Independientemente de los liderazgos previos, parece claro que con Fraortes el reino medo alcanza su fisonomía estatal, logrando la integración de todos los habitantes de Media e incluso de ciertas poblaciones del Asia interior. Sus éxitos militares, sobre los maneos y Urartu le valieron el reconocimiento del propio Asarhadón. No obstante, la invasión de los escitas atenuó la construcción de un estado de corte oriental. Cuando Media se recupera, su grupo dirigente reanuda la concentración del poder en torno a Ciaxares, que puede afrontar hacia 596 las reformas necesarias para evitar nuevas situaciones como la que habían provocado los escitas. La expansión territorial motivada por la dinámica de las relaciones intertribales deja su lugar ahora a un expansionismo sistemático propio de la confrontación entre estados. Si desde el punto de vista territorial estamos ya ante un verdadero imperio medo, los procedimientos administrativos son muy rudimentarios y la burocracia poco sofisticada. El control de las conquistas se realiza mediante el procedimiento de los reinos vasallos, cuyas relaciones con Ecbatana debían de ser bastante heterogéneas. Y en esa dinámica de expansión, los medos entran en contacto con las grandes potencias. El propio rey de Babilonia, Nabopolasar, acude a Ciaxares en demanda de auxilio para deshacerse de Asiria; la nueva amistad se sella con el matrimonio del heredero, Nabucodonosor, con una hija de Ciaxares, en honor de la cual fueron construidos los famosos jardines colgantes de Babilonia. La debilidad del temido imperio obliga a Egipto a reconsiderar su interés en las alianzas, y decide brindar su ayuda al más necesitado, es decir, su antiguo enemigo, Asiria. Pero la suerte ya estaba decidida. La caída de Nínive en 612 es un símbolo significativo de los nuevos tiempos.
Los despojos del imperio neoasirio se reparten entre babilonios y medos. A los primeros les corresponderá la Baja Mesopotamia y la parte occidental del Imperio, mientras que los medos obtendrán la parte septentrional de Asiria, los territorios montañosos al este del Tigris y buscaran una expansión natural por el noroeste, en la amplia Anatolia, donde florecen importantes reinos con intensas relaciones de intercambio con las ciudades griegas de la costa occidental. El primero de estos reinos con el que entran en contacto los medos será el de Lidia, donde reinaba Aliates. Tras cinco años de conflicto de resultados alternos, se llegó a una paz propiciada por la interrupción de una batalla a causa de un eclipse de sol, que ya los antiguos cronógrafos situaron correctamente: el 28 de mayo del año 585. La intervención del rey Nabopolasar fue decisiva para llegar al acuerdo de paz que establecía en el río Halys la frontera entre los reinos de Aliates y Ciaxares. Este conseguía un acuerdo internacional que reconocía su autoridad sobre la parte oriental de Anatolia, incluido el antiguo reino de Urartu, llamado ahora Armenia, seguramente como consecuencia de la llegada de abundante población de ese origen, que habría terminado provocando un considerable cambio en la composición etnográfica de la Anatolia oriental. Los territorios de Parsuash y Elam, en el sur, constituían una suerte de principado vasallo, con una línea dinástica propia que, a la larga, había de liquidar el propio estado medo.
De todos modos, no conocemos suficientemente bien la organización del estado de Ciaxares; la apariencia es sólida, pero pronto se produce el colapso. En 585, le sucede su hijo Astiages, que estuvo treinta y cinco años al frente del reino. La buena situación en que lo había heredado le permitió afrontar las necesarias reformas administrativas orientadas a homologar la corte meda con las más suntuosas cortes próximo-orientales. Es probable que estos reajustes produjeran una reacción contraria en buena parte de la nobleza que veía perder sus prerrogativas; de hecho, algún dato aislado permite sospechar que no había gran tranquilidad política, por lo que se buscan nuevas alianzas, como el matrimonio de una hija del rey con un noble persa. El hijo de ese enlace, Ciro, ocupa como príncipe vasallo el gobierno provincial de Elam y Persia. Cuando este Ciro, nieto de Astiages, se subleva contra el poder central en el año 550, encuentra una corriente que lo apoya, incluso en el seno de la nobleza meda, descontenta con Astiages. En consecuencia, el fin de esta dinastía se vincula directamente a la fulminante expansión de la Aqueménida, con la que está emparentada desde Ciro, por lo que no es sorprendente la confusión etnonímica de los griegos. La defección de las tropas medas ante las persas convierte a Ciro en el monarca más poderoso de su época. A partir de entonces, Persia marcará el ritmo de la historia política.